Los fundamentos que dejaron impune el crimen de Claudio «Pájaro» Cantero

[popup = show»all»]En 100 páginas la Justicia explicó por qué las pruebas reunidas no alcanzaron para condenar a los acusados de matar al líder de Los Monos.
El juicio por el crimen del ex jefe de Los Monos, Claudio «Pájaro» Cantero, pudo generar una «sensación incriminante» hacia los cuatro acusados. Pero no hubo certeza para condenar. En esa idea se resumen las más de cien páginas del fallo donde los jueces fundamentan sus razones para absolverlos y rebaten las pruebas una por una. Sobre la cantidad de llamados telefónicos en los días cercanos al crimen dijeron que esa misma fluidez se detectó en otros meses. Y acerca del escape del grupo hacia el norte provincial explican la necesidad de resguardarse ante la cacería montada por familiares de la víctima. Eso, sumado a que Luis «Pollo» Bassi y su gente siempre se dijeron inocentes, configura «un escenario donde la duda asume un protagonismo tal» que inclinó la balanza en favor del grupo.
Para los jueces Julio Kesuani, María Isabel Mas Varela e Ismael Manfrín, ninguna de las pruebas aportadas en el juicio tuvo un peso suficiente para demostrar que Milton Damario, de 28 años; y Facundo «Macaco» Muñoz, de 25, fueran los ejecutores de Cantero bajo las órdenes de Bassi, de 31 años, ex barra de Newell’s Old Boys y dueño de una remisería familiar en Villa Gobernador Gálvez que estaba preso como instigador. El único condenado fue Osvaldo «Popito» Zalazar, de 26 años, quien recibió una pena de 3 años y 3 meses por tenencia ilegal de cuatro armas de guerra.
Tres tiros
Claudio Ariel «Pájaro» Cantero fue asesinado con tres disparos la madrugada del 26 de mayo de 2013 frente al boliche Infinity Night de Villa Gobernador Gálvez, cuando llegó con tres amigos y, antes de ingresar, se acercó a orinar delante de un portón. Le dispararon desde un vehículo gris que a su paso dejó en el asfalto diez vainas servidas. Lisandro Mena estaba con Cantero en ese momento y recibió un disparo en la pierna y otro que le fracturó el maxilar. Lo mataron siete meses después. Según la pesquisa, en el crimen se usó una rara pistola Glock austríaca calibre 9 milímetros que nunca fue hallada.
La investigación estuvo a cargo del fiscal Enrique Paz, quien antes del debate oral intentó ir a juicio escrito con una calificación legal más leve, lo que no prosperó. En diciembre, ya de cara al juicio oral, su par Cristina Herrera se sumó a la acusación e impulsó medidas aún pendientes a pesar de los cuatro años transcurridos.
La prueba más llamativa que aportó al juicio la Fiscalía fue una pericia sobre los cruces telefónicos entre los acusados. Para los jueces ese no fue un dato decisivo: «Si los llamados eran por negocios reñidos con la ley, tráfico de drogas o la actividad de que se trate, esto podría ser materia de juzgamiento. Pero claro está, ante otra sede jurisdiccional y ajeno al presente». Esto dijo el tribunal sobre esa y otras pruebas discutidas en el debate oral:
• Las escuchas a «Monchi». Las intervenciones al entorno de Cantero y a su hermano de crianza Ramón «Monchi» Machuca (en ese momento investigados en otra causa por asociación ilícita) mencionaban a «Pollo», «Macaco» y Milton como responsables del ataque a «Pájaro». Pero quienes los nombraban, según el tribunal, no eran testigos del homicidio. E incluso sindicaron por error a Milton César, quien perdió a parte de su familia en un atentado en represalia pese a no quedar ligado al caso.
• Cruces de llamadas. Los centenares de llamados que intercambiaron los acusados en días previos y posteriores al crimen «sólo prueban un conocimiento entre los justiciables y un profuso intercambio telefónico». Pero eso no sólo ocurrió en esos días. «La fluidez de ese intercambio aparece en otras situaciones y otros momentos, como se advierte de los listados, sin que pueda vislumbrarse una actividad diferente durante el desarrollo del delito». Y al desconocerse el contenido de esos cruces, su impacto es relativo.
• Los mensajes de «Macaco». En sus mensajes de texto posteriores al crimen, Muñoz habla de ganarles la guerra a los Cantero, de quedarse con el barrio La Granada y hacerse millonario. Pero «en modo alguno surge que éste haya admitido la participación en el homicidio. Por el contrario, siempre y frente a distintos interlocutores, negó con énfasis su participación y la de sus consortes de causa». Así, en un mensaje remitido la noche del 28 de mayo «Macaco» dice: «El papá de «Pajita» habló con «Pollo» y sabe que nada que ver. Esos giles que no se hagan los vivos que saben quiénes fueron». Un día antes le dijo al contacto Sara2: «Se corre el puterío que lo maté a «Pájaro»». Ella lo interroga: «Pero no fuiste vos». Y él contesta: «No, yo nooo». En suma, «ni siquiera de las conversaciones mantenidas con sus juntas más cercanas ha deslizado alguna referencia que permita suponer la autoría o participación».
• La huida. Las antenas y mensajes revelaron que a partir del 29 de mayo los acusados comenzaron a escapar hacia el norte provincial: «Es lógico que huyan ante el panorama del cual iban tomando conocimiento. Ello no implica que lo hacían por ser responsables del homicidio. Es que sus vidas estaban en juego a partir de la (cacería) iniciada. Era de conocimiento del grupo que la familia de la víctima los estaba buscando. Hasta resulta obvio que huyan para salvar sus vidas». Algo que no hicieron al instante de la ejecución sino recién pasados tres días del crimen.
• Informes policiales. El más relevante, elaborado en base a información «de calle», apuntaba a Luis Paz como quien habría contratado los servicios de Bassi, Damario y Muñoz para vengar la ejecución de su hijo Martín «Fantasma» Paz, ex cuñado de «Pájaro», cuya muerte atribuiría a la familia Cantero. Para el tribunal se trata de meras diligencias orientativas que no son vinculantes. Los informes no reflejan hechos concretos ni datos científicos sino rumores. Y ante el aducido temor de los testigos, recordaron que existen programas y protocolos para que declaren bajo resguardo personal.
• La prueba testimonial. Luego de analizar los dichos de Eric Pera y Jesús Gorosito, acompañantes de «Pájaro» la noche del crimen y que no identificaron a los tiradores, los jueces se centraron en el aporte del otro testigo, Lisandro Mena, quien sólo brindó declaración policial. Nunca fue citado a declarar en siete meses, antes de que lo mataran a tiros. A pocas horas del ataque, ante un policía que lo vio temeroso, Mena dijo que no reconoció los agresores. Pero su hermana Yamila y la ex esposa de «Pájaro», Lorena Verdún (ver página 39), dijeron en el juicio que el muchacho les confesó haber visto tirar a Damario y Muñoz. Y que lo hizo a cuatro días, mientras se reponía del disparo en la boca.
Críticos
Para los jueces esos testimonios «no han generado el peso probatorio pretendido por la Fiscalía». Es que «en lo sustancial, Lisandro Mena no logró observar a sus atacantes ni precisó su número ni características». A esto se suma que «la Fiscalía no ha incorporado una explicación razonable para justificar la omisión en la convocatoria a Mena para ampliar su relato» pese a que «ha contado con un segmento temporal más que suficiente». Ante «tamaña omisión», evaluaron, no se puede asignar más peso a testigos de oídas: «Dichas testigos, según dijeron, tomaron conocimiento de la identidad de los autores a cuatro días del ataque. Es decir, guardaron silencio por casi cuatro años hasta que lo manifestaran en la audiencia».
En este marco los jueces fueron críticos con la acusación y el derrotero de la causa: «La cautela en la decisión de ir a un juicio oral sin pruebas sustentables debe ser cabalmente analizada con anterioridad a esa toma de decisión política. Ya que en caso contrario, las expectativas generadas en la sociedad siempre han estado truncas, al no haber contado con chance razonable de ser satisfechas. Esas expectativas se dan de bruces frente a una lógica y casi obvia absolución», como la que cerró el juicio por el crimen más emblemático de los últimos años.
Fuente: La Capital – por María Laura Cicerchia / La Capital


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