Diego, prenda de unidad: todas las camisetas y todas las banderas en su despedida

La multitudinaria despedida a Diego Maradona en la Casa Rosada, con cientos de miles de personas desfilando delante de su féretro, se transformó en una demostración contundente del amor hacia un ídolo que traspasó no sólo todas las barreras sociales sino también las futboleras, que a veces son más difíciles de penetrar.

Como si un mensaje póstumo de unidad se desprendiera del Diego final, todas las camisetas de todos los equipos, todas la banderas de todos los colores que simbolizan no solo la pasión sino muchas veces las divisiones, se unieron para despedir a quien en vida y con una pelota en sus pies regaló magia para todos y todas.

Habría que remontarse a la década del ’60, cuando las competencias internacionales alineaban a hinchas de distintos clubes detrás del equipo argentino que jugara finales tanto a nivel sudamericano como mundial.

Así, el Independiente campeón de América 1964/65; el Racing de «José» que fue el primer equipo argentino en coronarse campeón intercontinental al derrotar a un europeo (el Celtic de Escocia); y el Estudiantes de Osvaldo Zubeldía que dio el golpe en Old Trafford para ganar la Intercontinental de visitante contra el Manchester United de Bobby Charlton, contaban con ese apoyo de toda la grey futbolera, que después se iría diluyendo en absurdas guerras tribales.

Si bien la Selección nacional siempre podía ser el lugar común de convergencia de todas las hinchadas, fue la aparición de Maradona la que elevó el símbolo de la albiceleste por encima de todas las camisetas, en especial tras la conquista de la Copa del Mundo en México 1986, aunque su romance con el seleccionado había comenzado casi 10 años antes, en enero de 1977, cuando César Menotti lo convocó para un partido amistoso con el seleccionado mayor.

Tras el título mundial juvenil logrado en Japón en 1979, con un juego deslumbrante del equipo y en especial del irreverente «10» que saltaba y elevaba el puño para festejar sus goles, el liderazgo de Maradona era proporcional al aplauso y a la admiración que recibía en todas las canchas.

Ese liderazgo surgía, además de su maravilloso arte, del compromiso que Diego demostró siempre con la Selección: jamás puso una excusa para no viajar y ser parte del equipo, jamás especuló con una lesión, jamás le dijo que no por ningún motivo a la camiseta celeste y blanca. Por eso, entre otras cosas, lo amaron los hinchas de todos los equipos.

Cuando en septiembre de 2019 llegó a Gimnasia y Esgrima La Plata para ser su entrenador, Diego comenzó a recibir homenajes y regalos conmovedores en todas las canchas que visitaba con el «Lobo».

Vista ahora, cuadro por cuadro, es una película que nos avisaba sobre cómo jugaban las emociones fuertes en su delicado estado de salud, y sobre el unánime sentimiento de gratitud que despertaba en los veteranos que lo vimos jugar desde que debutó en Argentinos Juniors; en los intermedios que algo pudieron ver al crack de todos los tiempos; y en jóvenes que sólo tienen sus videos y relatos.

Desde esta madrugada, el mensaje maradoniano de amor por el fútbol y de ese altruismo de potrero que busca combatir todas las manchas de la pelota, explotó en lágrimas, risas, canciones y brindis que le devolvieron a la Plaza de Mayo el color y calor que la pandemia de coronavirus -y algunos odios olvidables- le quitaron en este durísimo 2020.

Estuvieron todas las banderas y todas las camisetas, de los pesos pesados, medianos y chicos; del ascenso y de los queridos clubes de barrio.

Y todos los amores que puede despertar el fútbol como el fabuloso deporte popular que alguna vez fue, convivieron en paz para despedir a Diego, la prenda de unidad que ojalá sepamos aprovechar. Telam


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