Serrat y la Argentina, un vínculo de amor y política
La presencia del catalán es una persistencia para los argentinos y se plasma en primer plano en el libro «Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y de aventuras», de Tamara Smerling.
La presencia del catalán Joan Manuel Serrat es una persistencia para los argentinos: es la expresión de una historia de intercambios que comenzó hace 50 años y que quedó atravesada –también- por la efervescencia de de la política nacional, un vínculo que aparece en primer plano en el libro «Serrat en la Argentina. Cincuenta años de amor y de aventuras», de la escritora y periodista rosarina Tamara Smerling.
Serrat visitó por primera vez la Argentina en octubre de 1969 y lo volverá a hacer en noviembre, en sociedad con Joaquín Sabina, para ofrecer cinco conciertos en Buenos Aires y Córdoba. «Me interesó pensar las razones de esa referencia y como, después de tanto tiempo, sigue teniendo esa respuesta del público y -a la vez- cómo se mantiene tan presente en lo cotidiano, aun sin vivir acá, en una dinámica que a veces lo ubica en el lugar de un oráculo, interpelado por asuntos de la mayor variedad», reflexionó Smerling en diálogo con Télam.
Sin ningún vínculo ni confianza previa con Serrat, la autora abordó la investigación del cantautor en la Argentina con el oficio, ya probado, que había desplegado en los libros «Un fusil y una canción. La historias secreta de Huerque Mapu, la banda que grabó el disco oficial de Montoneros», escrito junto al periodista Ariel Zak, y «La otra pantalla. Educación, cultura y televisión», que editó el Ministerio de Educación de la Nación y que narra la historia de las señales Encuentro, DeporTV y Pakapaka.
– ¿Por qué el recorte de Serrat y la Argentina? Si uno imaginara una biografía tradicional de Serrat, inexorablemente trataría ese vínculo. ¿Fue la idea inicial o el recorte se perfeccionó con la búsqueda de información?
– Inicialmente hubo un sondeo de un editor que buscaba más información sobre la relación entre Serrat y Montoneros, y que me buscó a partir el libro de Huerque Mapu. Y sí, habíamos encontrados algunas historias y coincidencias trabajando aquel libro en ese sentido, pero no me parecía que fuera el centro de un libro completo. Pensé inicialmente que podría ser un capítulo de un recorte mayor y ahí comencé a investigar, a rastrear biografías, que en España hay una decena, y que no todas circularon en la Argentina. El último material era de 1983, que por supuesto dejaba afuera el despertar democrático, la relación con el movimiento de derechos humanos… El aniversario por los 50 años de su llegada a la Argentina le dio un toque periodístico que permitió cerrar el círculo.
– Serrat llegó a la Argentina tras el conflicto en España con la dictadura de Franco y el cercenamiento a cantar en catalán y luego, años más tarde, también se exilia de la Argentina. En ese punto fue, en aquel momento, una figura contestaria. ¿Su referencia se mantiene en ese lugar o su perfil ha ido mutando con los años?
– Hay mucha gente que esta desencantada. Que piensa esta demodé. Y hay muchos otros que piensan que está más vigente que nunca y es evidente que, cada vez que viene, llena los teatros. Creo que es una figura que se mantiene presente y que esa presencia en el tiempo es un rasgo para pensar.
En el libro está muy visible su relación con la política. Llegó en el ’69, en año del Cordobazo. No lo dejaban trabajar en España porque quería cantar en catalán y se le cerraban los mercados y acá lo recibieron muy amorosamente. Pero luego se invirtió la escena con la dictadura argentina y estuvo ocho años sin venir. Luego volvió en la democracia, tuvo relación con los familiares de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad, visibilizó reclamos. Entonces desde ahí es natural que se le reclame coherencia, pero eso se expande de tal modo que se le pide un pronunciamiento sobre todo.
– ¿Su figura resistió, finalmente?
– En el caso de artistas tan trascendentes se les exige, todo el tiempo, todo tipo de pronunciamientos. Lo que es cierto es que llevar una vida de coherencias y sin sobresaltos, en ese sentido, quizá es muy difícil durante 50 años de vida pública. Se me ocurren pocos ejemplos de artistas que hayan sorteado tanto tiempo de escarnio público, por más que yo machaque, en el final del libro, algunos hechos específicos, a un cantautor que está por cumplir 76 años.
Telam