Editores, escritores y lectores homenajearon a Angélica Gorodischer en la Feria del Libro de Rosario
La charla, que tuvo lugar en el auditorio que lleva su nombre, contó con la participación de la escritora Ángela Pradelli, la periodista cultural Rosario Spina, la doctora en Letras Sylvia Saitta -directora, junto con José Luis de Diego, de la colección «Serie de los dos siglos» en Eudeba-, el escritor Martín Castagnet y la editora Mercedes Güiraldes.
Güiraldes, quien trabajó como editora de la obra de la autora durante años, contó ante el auditorio el tipo de influencia que la escritora tuvo en su vida profesional y personal. «Angélica me enseñó a ser editora y feminista. Me sorprendía que ella decía ´una´ y no ´uno´ cuando hablaba en general. ´Una debería acordarse de…´, ´una no puede impedir que´. Era cuarenta años mayor que yo, que encima me creía feminista, y usaba el femenino con naturalidad», relató sobre aquellos diálogos compartidos.
Después, contó que durante todos esos años de amistad cruzaron muchísimos emails y que en una oportunidad la editora le avisó que algún día pensaba publicar aquella correspondecia. «Hacé lo que quieras. Son tuyos», le respondió despreocupada por el registro informal con el que ambas intercambiaban sobre su familia, la literatura o el mercado editorial.
Güiraldes tiene en mente dos posibles títulos para esa recopilación: «Che, Mercedes Querida», la forma en la que la autora empezaba gran parte de los intercambios, o «La Goro», como la llamaban aquellos que la querían.
Ante el auditorio, la editora leyó tres mails que dan cuenta de esa intimidad compartida durante años: uno en el que contaba sobre un nuevo nieto (un perrito negro), otro en el que reconstruye los días llenos de dudas e impedimentos que cursaba en el inicio de una nueva novela con rigor y correcciones y un tercero en el que compara con sorna su vida rosarina con el de Andrea Camilleri, a quien admiraba. «Quiero quedarme tranquilita en casa escribiendo cuentos disparatados», le confiesa en una de esas cartas para desentenderse de las cuestiones burocráticas que a veces toman la vida de un autor.
Saitta -una de las directoras de la colección «Serie de los dos siglos» de Eudeba en la que se publicó «Tumba de jaguares»- confesó que siente que «llegó tarde» a la obra de la autora. «Soy mala lectora de ciencia ficción y prejuiciosa. Hasta que algo se destrabó cuando empecé a editar la colección y ella eligió incorporar «Tumba de jaguares». No me animo a decir que es su mejor novela pero sí puedo decir que es una de las mejores obras de la literatura argentina. No llegué a conocerla pero durante esos días de trabajo editorial la leí en notas y revistas. Me entregué a ese genial desparpajo con el que hablaba, de su cómo se reía de lo que decía la crítica literaria y por lo que se supone que esperaban sus lectores», contó.
Después, reconstruyó los entretelones de un homenaje que le hizo la Biblioteca Nacional en 2017. «Alberto Manguel la presentó como ´la gran dama de la ciencia ficción´. Y ella ensayó una respuesta entre tajante y llena de desparpajo: ´Ahora ya me parece irremediable, hubo un tiempo en el que escribí ciencia ficción, pero es como haber tenido sarampión, ya pasó´».
Castagnet, autor del prólogo que acompaña a la edición de «Tumbas de jaguares», participó de aquel homenaje en 2019 y celebró poder estar presente en Rosario para poder hacer el ejercicio de recordarla.
«Es importante hacerlo en vida pero también es importante para ella, para los lectores y para los que hacemos del duelo tener una celebración de aquellos que nos iluminaron el camino. Angélica era una gran conversadora, uno la entrevistaba pero ella también entrevistaba a su interlocutor», la recordó Castagnet.
Se refirió también a cierta tendencia de la crítica y el periodismo especializado que encasilla su obra como «ciencia ficción. «El problema de tratar de definir si ciencia ficción sí o no, tiene en realidad que ver con no atender a otras constantes en su obra: por ejemplo, el humor. Ella decía que no trataba de hacer reír, sino que se proponía escribir como si estuviera charlando en un café porque odiaba la solemnidad», dijo Castagnet. Prefiere inscribir su obra en un género «híbrido o bi»: «En ese género ambiguo, bi, ella se sentía cómoda. Creo que si la hubieran considerado como la gran dama del policial, ella hubiera querido desmarcarse del policial».
Al cerrar su exposición, el escritor compartió una reflexión sobre su correspondencia con la autora y sobre cómo está presente aún en la ausencia. Contó que el alias de su email, «kidsadita», era en honor a un árbol hindú de flores rosas, una imagen que le recordó a los lapachos florecidos que se encontró por las calles de Rosario.
Organizada por la Municipalidad de Rosario y la Fundación El Libro, con entrada gratuita a las charlas y mesas de escritores, talleres literarios, stands y una zona al aire libre con Food trucks y espectáculos, el homenaje a Gorodischer fue uno de los eventos más convocantes de la jornada.
Durante los próximos nueve días, los lectores rosarinos podrán escuchar a autores como Camila Sosa Villada, Selva Almada, María Teresa Andruetto, Ana María Shúa, Pedro Saborido, Juan Sasturain, Juan Sklar y Reynado Sietecase, entre otras figuras del mundo literario.
El homenaje a Gorodischer se enmarcó en la voluntad de los organizadores de hacer un reconocimiento público a otros autores recientemente fallecidos como Juan Forn, Horacio González y Gerardo Rozín.
Además, durante estos días tendrá lugar por primera vez el Encuentro Nacional de Narración Oral con sede Rosario, con una programación específica que propone trayectos de formación, laboratorios, mesas redondas y conversatorios dirigidos a narradores, pedagogos, docentes, estudiantes e interesados en la temática.